miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un día más en la vida


A las 9 me levanté, me preparé mi café espumoso y me fui al salón. Puse música tranquila de fondo y me senté en la camilla pegada a la ventana. Me gustaba observar a la gente de la calle. Una mañana más el quiosquero ya colocaba sus revistas, periódicos y demás y cuando terminaba se quedaba mirando su pequeño quiosco con cara de satisfacción: "Hoy será un gran día", pensaba cada mañana.
La señora rita, dueña de la panadería de la esquina, volvía a llegar tarde discutiendo con su hija como de costumbre.
En la calle, era un día cualquiera: los niños jugando en el parque mientras sus madres se entretenían cuchicheando sobre los cotilleos del "Hola" , los padres discutiendo sobre el último partido de fútbol sentados en una terraza tomándose una cerveza... Pero era un día especial, importante y único.
Así que cogí papeles y me puse a revisar la lista de invitados, el menú, la decoración, distribución de los invitados en las mesas, música... solo me faltaba ir a recoger el vestido.
Sí, era el GRAN día y yo estaba de los nervios.
Mi hermana se casaba con el chico del que llevo enamorada toda la vida. Era su gran día.
Para mí no era más que otra mañana tomando el café mirando por la ventana.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Bailar para olvidar

Yo di el paso, tu te echaste para atrás. Fue un golpe bajo y me dejó fatal, pero quise pensar que nada había ocurrido, tal vez era lo mejor.
Era como si nunca hubieras existido.
Eran las diez de la noche del domingo. Llevaba desde el viernes de fiesta, bebiendo y bailando como una loca, sin pensar en nada. Riendo, bebiendo, bailando, bebiendo, cantando, bebiendo, gritando, bebiendo, fumando, bebiendo... Definitivamente aquello no era el mundo real.
Cuando logré encontrar la cerradura y meter la llave, entré en casa. Menudo desorden, pensé. No era buena idea ponerme a ordenar en mi estado, podría haber provocado varias rupturas de objetos, así que decidí encenderme un pitillo y coger el portátil para ver Desayuno con diamantes.
Error.
Nada más abrirlo me aparecieron en pantalla tus dichosos mensajes. Olvidé cerrarlo.
Los leí detenidamente y entonces lo comprendí todo.
Se había acabado, ya no habrían más cosas bonitas, no volverías a mirarme de la forma en que lo hacías, no habrían más canciones bonitas, por la noche ya no podría mirar el cielo sin pensar en ti, ya no me dirías todo lo que me decías, nada.
Y sin más, rompí a llorar.
El mundo perfecto que había creado se iba desmontando poco a poco.
Olvidé todo lo ocurrido, pero no me olvidé de ti.
Habías estado en mi cabeza desde que salí de casa hasta este momento.
Ni siquiera bailando logré olvidarme de ti.

miércoles, 27 de octubre de 2010

BANG-BANG

Había llovido durante todo el día. Salí de casa por la mañana sin paraguas, así que a esas horas me hallaba mojada de pies a cabeza. Mi reloj marcaba las 00:00. La hora perfecta pensé.
Estaba decidida, ése iba a ser el día y nada ni nadie iba a detenerme.
Empecé a andar bajo la lluvia, llevaba la capucha de la sudadera puesta, aunque no servía nada, mi pelo seguía chorreando. 
Lo tenía todo preparado, iba a ser perfecto, iba a ser la mayor sorpresa que podía darle. 
Miedo? No..eso dejé de sentirlo hacía años. Nervios? Tal vez, unos pocos..más que por su reacción, diría que eran por cómo iba a hacerlo yo.
Ahí estaba, plantada en la puerta. Tenía todo el lápiz de ojos corrido y mis labios estaban lilas y tiritando por el frío. Que mala pinta debía tener. Saqué las llaves y abrí sigilosamente. Entré. El salón estaba oscuro y ahí estaba él. Con su portátil y colgado al teléfono como siempre. Dijo hola sin mirarme. Y no me lo pensé dos veces. Disparé. 
Recuerdo como el sonido del disparo rompió con la paz y tranquilidad que se respiraba aquélla noche, solo rotas por el sonido de la lluvia. Pronto se oyeron las sirenas de policías y ambulancias, el murmullo de los vecinos.
Me fui. Por fin era libre. No más discusiones, no más golpes en los brazos, en la cara, no más humillaciones. Pero ahora yo tenía que huir. 
Ahora era una asesina.

martes, 19 de octubre de 2010

Russian Red

Lo único que sabía de ella era el nombre de su pintalabios. 
Se lo dejó en la mesita de noche hacía apenas unas horas.
Tenía que encontrarla, tenía que decirle que la amaba.
No tenía ni idea de por donde tenía que empezar a buscar,
así que me limité a seguir la única pista que tenía: el pintalabios.
Busqué por todo, únicamente fijándome en las chicas de labios rojos.
Me di por vencido, estás chalado, pensé. Así que me fui a un bareto 
al que solía ir años atrás.
Y ahí estaba ella. Sentada en la barra, fumando un cigarrillo tras otro,
marcándolos con ese color, el color que llevo buscando todo este tiempo.
Se giró y sus labios rojos dibujaron una gran sonrisa. Y ahí estaba él.
Borrando la única pista que me había llevado hasta ella.


-¿Por qué sonríes tanto?
-¿Es malo hacerlo?
-No,pero es que siempre lo haces.¿Nunca estás mal?
-Sí,casi siempre,pero eso no es motivo para no sonreír.