Se lo dejó en la mesita de noche hacía apenas unas horas.
Tenía que encontrarla, tenía que decirle que la amaba.
No tenía ni idea de por donde tenía que empezar a buscar,
así que me limité a seguir la única pista que tenía: el pintalabios.
Busqué por todo, únicamente fijándome en las chicas de labios rojos.
Me di por vencido, estás chalado, pensé. Así que me fui a un bareto
al que solía ir años atrás.
Y ahí estaba ella. Sentada en la barra, fumando un cigarrillo tras otro,
marcándolos con ese color, el color que llevo buscando todo este tiempo.
Se giró y sus labios rojos dibujaron una gran sonrisa. Y ahí estaba él.
Borrando la única pista que me había llevado hasta ella.
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